El mapa del sedentarismo mundial





Los países con fanatismo religioso que maximizan la opresión femenina mantienen una alta tasa, ya que no pueden practicar ningún deporte.

KAREN HERMOSILLA

Dentro de las prácticas humanas más nobles está el deporte. Si bien se basa en la competencia sobre todo entre naciones y entraña en el fútbol un negocio tan espurio que termina por "manchar la pelota", es bueno para el cuerpo y por supuesto para la mente, aunque sea practicado de forma amateur, si se hace sistemáticamente. Se liberan hormonas que nos hacen sentir bienestar a contar de la media hora y nos alejan de los malos hábitos como el tabaquismo. 
Pero la actividad física ha ido disminuyendo a medida que las sociedades han ido tecnificándose. Lejos quedaron los luchadores griegos y espartanos;  los ejércitos y sus luchas cuerpo a cuerpo han sido trocadas por la industria bélica y el famoso botón. Lo mismo con nuestras prácticas de ocio. Ya pocos deciden ir a jugar, a la escondida china...todo queda en el living de la casa con un par de aparatos encendidos y la imagen virtual.

Los países se han sedentarizado, y si lo pensamos es bastante lógico que el asentamiento traiga estas consecuencias. Para medir esta tendencia, recientemente un grupo multinacional de investigadores publicó en la prestigiosa revista The Lancet un estudio en que clasifica a los países según el grado de actividad promedio de sus habitantes. Y oh! sorpresa, hay una fuerte relación entre la actividad del cuerpo y la religión que se profese con el espíritu, el grado de industrialización como también al género que se pertenezca.

Los países con fanatismo religioso que maximizan la opresión femenina mantienen una tasa muy alta de sedentarismo, ya que las mujeres no pueden practicar ningún deporte. Cuántas veces te ha tocado ver con estupor esas mujeres que con burka intentan hacer algún deporte, sorteando la falta de visibilidad, la poca movilidad y las altas temperaturas.
Por otra parte, los países manufactureros con una industrialización monstruosa, o con muchos trabajadores en el área de servicios, es decir oficinistas, tienen  90% de los hombres desempeñando una actividad física mínima.

El alto índice de sedentarismo que existe en la población, ya que ya es considerado como el cuarto factor de riesgo de las enfermedades no transmisibles y al que se le atribuyen el 6% de las muertes mundiales, es algo que preocupa y mucho a la Organización Mundial de la Salud (OMS).

«Precisamente, la práctica de actividad física es una de las medidas de prevención para luchar contra la hipertensión y las enfermedades del corazón», destaca el doctor Enrique Galve, presidente de la Sección de Riesgo Vascular y Rehabilitación Cardiaca de la Sociedad Española de Cardiología (SEC)

Existen diversos estudios que tras analizar la actividad física y la presión arterial de casi 4.000 adultos de entre 18 y 30 años, demuestran que los participantes que realizaron ejercicio en un promedio de cinco veces a la semana y gastaron 300 calorías por cada sesión de ejercicio, disminuyeron en un 17% el riesgo de sufrir hipertensión arterial en comparación con los que se mantuvieron menos activos.

Con tan solo 30 minutos de actividad física al día, ya sea practicando algún deporte o cambiando nuestra rutina diaria, como ir andando al trabajo, usar las escaleras en lugar del ascensor, podríamos cambiar nuestra salud, a mejor.

Horas sentados en el trabajo

Durante los últimos 50 años, el gasto diario de energía producido por la actividad física dentro del entorno laboral ha disminuido en más de 100 calorías. Así lo asevera un estudio realizado por científicos norteamericanos y publicados en la revista científica ‘Plos One’.

Este llamativo dato confirma la condena que impone la gran mayoría de empleos actuales y, con toda probabilidad, futuros: permanecer horas –demasiadas– sentados en una silla.

A principios de la década de los 60, casi la mitad de los trabajos exigían como mínimo una actividad física de intensidad moderada, mientras que hoy, menos del 20 % de los trabajos requieren este nivel de gasto energético.

Dicha investigación deduce que esa ‘peligrosa’ reducción del gasto energético en el trabajo es la causante del “aumento en el peso corporal medio de hombres y mujeres en Estados Unidos». Algo que se puede hacer extensivo al resto de países desarrollados. Pero una vez confirmado en estadística lo que a muchos trabajadores les resulta obvio, la pregunta es: ¿Cómo contrarrestarlo sin cambiar de trabajo?